Actualmente, vivimos en una sociedad patriarcal en la que la situación de la venta del cuerpo de mujeres está en el punto de mira. La trata que deriva en la prostitución es un tema discriminatorio y degradante hacia la figura de la mujer ante una figura del hombre donde no se le culpabiliza, sino que se le premia por el negocio que está construyendo con sus manos. Respaldándose bajo el capitalismo y el sistema patriarcal, la sociedad no es consciente (o la omite) de la situación real existente, ignorando el daño que se hace a estas mujeres, empezando con un daño psíquico, manipulaciones, engaños, etc., y terminando por lo físico, normalmente obligándolas a tener relaciones sexuales con desconocidos.
El pasado día 9 de noviembre de 2018, hemos profundizado ante el mundo de la trata y de la prostitución de la mano de Amelia Tiganus, víctima de trata, quien nos vino a contar su experiencia vivida durante cinco años. La conferencia se desarrolló en la Facultad de Educación de Palencia en el marco de la actividad de las Jornadas “Una Cultura de Violencia contra las Mujeres”.
Según escuchábamos su relato, nuestros pelos se nos iban poniendo cada vez más de punta, y nuestro asombro iba creciendo.
Amelia contó que, dentro de un sistema prostitucional, respaldado por el Estado, la figura de la mujer se encuentra depravada, infravalorada, esclavizada; el Estado apuesta por la igualdad entre hombres y mujeres, pero, a la hora de la verdad, protege los locales donde esto no se muestra. En España es alegal, ni legal ni ilegal.
La prostitución es una de las muchas formas de violencia impuesta como trabajo, negocio de los proxenetas; el dinero blanquea la violencia sexual. Según la ley –en palabras de Amelia–, los proxenetas pueden llegar a llevarse el 50% de las ganancias de las mujeres. Además cabe señalar el sistema de multas, donde los proxenetas quitan dinero y condicionan a las mujeres en su comportamiento, endeudándolas, llevándolas a un círculo muy difícil romper, encontradas en continua deuda; en suma, el dinero que las queda lo invierten en cocaína y en alcohol, a lo que las enganchan para endeudarlas cada vez más.
Este negocio se ha encontrado presente desde siempre en la sociedad. Se impuso como lugar que dieron a las mujeres como alternativa u opción al matrimonio para poder sobrevivir, para conseguir dinero, ya que las mujeres casadas dependían de su cónyuge.
En cuanto a la trata, señalar que es un medio para llegar a la prostitución. Las víctimas de la trata acaban en la prostitución, que es lo que realmente daña, puesto que durante la trata se encuentran en un estado de ilusión, de esperanza por una vida mejor, las mienten diciendo que su vida va a cambiar a mejor, con más oportunidades.
Se pueden dar dos tipos de prostitución, la mala, que es la trata, y la buena, la “voluntaria”, donde se da el perfil de víctima perfecta.
En cuanto la ley, nos encontramos con el Protocolo de Palermo, único documento que define la trata a nivel mundial diciendo que es el consentimiento de autoridad de una persona sobre otra con acciones sexuales. Las víctimas dan consentimiento ya que creen que van a llegar a tener la vida solucionada.
El sistema, la sociedad, se respalda en decir que las violaciones son responsabilidades nuestras, de las mujeres, dependiendo de en qué lugar estemos y cómo estemos vestidas.
Existen tres modelos teóricos de la prostitución: el modelo prohibicionista (invisibilidad), el modelo reglamentarista, dividido en liberal y progresista, y el modelo abolicionista, que exige una educación sexoafectiva desde edades tempranas, más sensibilización, un mayor conocimiento feminista, reconocimiento de las mujeres que han sido asesinadas por violencia sexual, con el objetivo de llegar a humanizar la figura de la mujer prostituida.
Antes de entrar en las redes de trata, nos encontramos, en primer lugar, con un maltrato psíquico donde los proxenetas intentan conseguir un mayor control y la imagen de “puta feliz”, imagen por la que el cliente está dispuesto a pagar; el sistema patriarcal se encarga de ello.
Tras abordar todos estos temas en la conferencia, Amelia respondió a una serie de preguntas en base a la familia, añadiendo que, en muchas ocasiones, es esta la que vende a la mujer por un “bien común”, por una oportunidad de salida económica. En otras muchas ocasiones, es en la familia donde se encuentra el silencio y la negación.
¿Cuánto tiempo te hace falta para superarlo?
Todavía lo estoy superando. Lo más difícil es el aprender a ser libre, viví una experiencia de maltrato en la pareja, que yo pensaba que era amor, pero estaba equivocada.
Euskadi, la ciudad en la que vivo actualmente, supo ver en mi la persona que soy, sin juzgarme, entendiéndome desde dentro, escuchándome.
¿Cómo saliste?
Pude llegar a pagar la deuda, me escapé porque recuperé mi pasaporte gracias al chivatazo de un policía corrupto que avisó al prostíbulo que había una redada. Con mi pasaporte, pedí ayuda a un cliente por sexo gratis, quien me llevó a su casa y de ahí buscar trabajo, encontré uno de camarera.